martes, 8 de septiembre de 2015

"Cosas de Viejo"

Que por qué ando yo ansina como enojao y triste?
¿Pa´ qué querés saberlo, mi linda flor de ceibo?
Los días del verano, que son pal mozo auroras,
son tardes melancólicas pa´ los que van pa´ viejos.

Pa´ yo poder contarte la historia de mis penas,
tendría que ir dispacio pialando mis recuerdos…
Dejalos que el olvido lo ate a su palenque,
que yo pa´ dir guapiando, ya no preciso de eyos.

Más bien cebá un amargo de los que tú acostumbras
pa´ despuntar el vicio…pa´ dir haciendo tiempo…
¡Quién sabe si algún día, sin oílo de mis labios,
no sabés por que peno!

Pero hoy tuavía es temprano pa´ que esa cabecita,
que pide pa´ adornarse la roja flor del ceibo,
comprienda que se pueden hayar sobre la almohada
tristezas que nos ahugan en vez de lindos sueños.

Cebá, cebame un mate, que yo, pa´ entretenerte,
te vi! a contar un cuento,
que, aunque es todo él mentira,
tal vez se te haga cierto.

Era como vos, moza, y era como vos, linda,
y como vos tenía por ojos dos luceros,
ande se achicharraban de un corazón las alas,
del corazón de un gaucho que se miraba en eyos.

Era un cantor y poeta de esos que en la guitarra
ponen en vez de cuerdas sus delicados nervios,
y cantan en sus (décimas) bravuras de los héroes,
y penas de sus (tristes) y amores en sus (cielos).

Eya tuvo al principio p!al payador amante,
en los ojos ternura y en la boquita besos…
¡Eran como palomas que van buscando el monte,
pa´ hacer los sauces el nido de sus sueños!

Dispués… ¿sabés, mi china, que está lindo tu mate?
Más lindo que mi cuento;
no des güelta la yerba, seguí, seguí cebando,
pa´ ver si me apaga la sé que estoy sintiendo…

Dispués… ¡Oigalé el duro!
Mirá, sacá esa astiya que está haciendo humareda…
Me yeran ya los ojos…prestáme tu pañuelo…

Por:
José Alonso y Trelles.
Caracas, 05 de Enero de 1.059




"Flor"

Flor se llamaba; flor era ella.
Flor de los valles en una palma,
Flor de los cielos en una estrella,
Flor de mi vida, flor de mi alma.

Era más suave que blando aroma;
era más pura que albor de luna,
y más amante que una paloma,
y más querida que la fortuna.

Eran sus ojos luz de mi idea,
su frente lecho de mis amores,
sus besos eran dulzura hiblea,
y sus abrazos collar de flores.

Era al dormirse tarde serena,
al despertarse rayo del alba,
cuando lloraba limbo de pena,
cuando reía cielo que salva.

La de los héroes ansiada palma
de los que sufren el bien no visto,
la gloria misma que sueña el alma
de los que esperan en Jesucristo.

Era a mis ojos condena odiosa,
si comparada con la alegría,
de ser el vaso de aquella rosa,
de ser el padre de la hija mía.

Cuando en la tarde tornaba al nido,
de mis amores, cansado, y triste,
con el inquieto cerebro herido
por esta duda de cuanto existe.

Su madre tierna me recibía
con ella en brazos -yo la besaba…
y entonces todo lo comprendía…
¡Y al Dios sentido todo lo fiaba…!
¿Qué el alma impera…? -¡Delirio craso…!
¿Qué hay hechos ruines …? -¡Error profundo…!
¿No estaba en ella mirando acaso
la ley suprema que rige al mundo…?

!Ah cómo ciega la dicha al hombre,
cómo se olvida que es rey el duelo,
que hay desventuras sin fin ni nombre q
ue hacen los puños alzar al cielo…!

¡Señor…! ¿existes…? ¿Es cierto que eres
consuelo y premio de los que gimen,
que en tu justicia tan solo hieres
al seno impuro y al torvo crimen… ?

Responde entonces: ¿Por qué la heriste…?
¿Cuál fue la mancha de su inocencia,
cuál fue la culpa de su alma triste…?
¡Señor…! ¡Respóndeme en la conciencia…!

¡AIta la llevo siempre, y abierta,
que en ella nada negro se esconde;
la mano firme llevó a su puerta,
inquiero… y nada, nada responde…!

¡Sólo del alma sale un gemido
de angustia y rabia, y el pecho en tanto,
por mano oculta de muerte herido
se baña en sangre, se ahoga en llanto…!

¡Y en torno sigue la impía calma
de este misterio que llaman vida,
y en tierra yace la flor de mi alma,
al lado suyo mi fe vencida…!

¡Allí está…!  Blanca, blanca
como la nieve virgen que el potente
viento del norte de la cumbre arranca;
como el lirio que troncha mano impía,
orillas de la fuente
que en reflejar su albura se engreía.

¡Allí está… La suave
primavera pasó; pasó el verano,
y la estación poética en que el ave
y las hojas se van; retornó el cano
pálido invierno con su alegre arreo
de fiesta y de niños, y aún la veo
y la veré por siempre…!  Allí está… fría…
entre rosas tendida, como ella
blancas y puras y en botón cortadas
al despuntar el día…

¡Ay…! en la hora aquella,
¿dónde estaban las hadas,
protectoras del niño,
que no vinieron con clara estrella
de su vara de armiño
a tocar en la frente a la hija mía,
a devolver la luz a aquellos ojos,
y a arrancar de mi pecho los abrojos
de esta inmensa agonía,
de este dolor eterno, de esta angustia
infinita, fatal, inmensurable,
de este mal implacable
que deja el alma mustia…
-para siempre jamás- que nada alcanza
¡a mitigar en este mundo incierto…!

¡Nada! ni la esperanza…
ni la fe del creyente…
en la ribera nueva,
en el divino puerto
donde la barca que las almas lleva

habrá de anclar un día;
ni el bálsamo clemente
de la grave, inmortal filosofía;
ni tu misma, divina Poesía
que esta arpa de las lágrimas me entregas
para entonar el salmo de mi duelo…!
¡Tú misma, no, no llegas
a calmar mi dolor…!

¡Abrase el cielo…!
¡Desgájese la gloria en rayos de oro
sobre mi frente… y desdeñosa, altiva
de su mal sin consuelo
al celestial tesoro
el alma mía cerraré su puerta
que ni aquí, ni allá arriba
en la región abierta
de la infinita bóveda estrellada,
nada hay más grande, nada…
¡Más grande que el amor de mi hija viva…!
¡Más grande que el dolor de mi hija muerta…!


Por:
Juan Antonio Pérez Bonalde
Caracas, 15 de Febrero de 1.959



"Música Triste"

Un amor que se va…? ¡Cuántos se han ido…!
otro amor volverá más duradero
y menos doloroso que el olvido.

El alma es como pájaro in señero
que, roto el nido en el ruinoso alero,
en otro alero reconstruye el nido.

Puede el último amor ser el primero.
Mientras más torturado y abatido
el corazón del hombre es más sincero.

Tras de cada nublado hay un lucero,
y por ruda tormenta sacudido
florece hasta morir el limonero.

¿Un amor que se va…? ¡Cuántos se han ido!
¡Puede el último amor ser el primero!
No te alejes del piano todavía.

Halada brote del marfil del piano
bajo el lirio fragante de tu mano
la tierna y amorosa melodía.

Ese adagio tristísimo y arcano
dulcifica mi espíritu doliente,
como si presintiera por mi frente
la inefable caricia de tu mano.

Si dispuso el dolor con golpe fiero
llenar de sombra la existencia mía,
ya se levanta luminoso el día
y florece otra vez el limonero.

No te alejes del piano todavía…
¡Puede el último amor ser el primero…!

Por:
Andrés Mata
Caracas. 25 de Febrero de 1.959

"Echando cocos"

Es un decir en la aldea
que el coco de Juan Palomo
no le lastiman el lomo
ni se le gana pelea.

Que se quiten esa idea.
Yo nunca a nadie provoco
pero aunque me gusta poco
decir lo que ya presiento
va a saber los del cuento
cómo se quiebra ese coco.

Se llena la pulpería,
el silencio gime ausente,
y en los ojos de la gente
pega saltos la alegría.

Como un reto a mi osadía
Palomo frunce la cara.
Su voz me revienta clara
cuando a servir lo provoco:
¡Si eso no parece un coco
si no una pobre tapara…!

El puño en guardia retiro
para caerle al contrario.
Hay mofa en el comentario
mientras nervioso respiro.

Mi coco sacude un tiro
que al otro le causa estrago.
Ya ese golpe no lo pago,
nadie me cobra la cuenta.

Y en el chorro que revienta
muere la sed trago a trago.
Siento la gloria más honda
cuando a la puerta me asomo.

Tú, la mujer de Palomo,
flor de ternura y redonda,
pasas alegre y oronda
bajo la paz de la aldea.

Guapo tu pecho flamea
su gracia nos vuelve locos
y un par de trémulos cocos
me van pidiendo pelea.

Por:
Ernesto L. Rodríguez.

Caracas, 15 de Marzo de 1.959

"Celos"

Tengo celos de ti, ¿Por qué negarlo…?
Tengo celos de ti, celos rabiosos;
celos de las sonrisas de tu boca,
celos de las miradas de tus ojos.

Cuando yo no te oigo… ¿Cómo hablas…?
Cuando yo no te veo… ¿Cómo miras…?
Cuando no estoy delante… ¿Cómo suenan
los áureos cascabeles de tu risa… ?

Tú sabes que en los ojos de los hombres
hay miradas impuras impuras,
que unas veces parece que acarician
y otras veces parece que desnudan.

Cuando un hombre te mira de ese modo,
cuando te envuelve en miradas de esas
y sientes que resbala por tu cuerpo,
¿Qué es lo que piensas, di, qué es lo que piensas…?

Cuando tengo tu mano entre mis manos,
yo sé cómo tu carne se estremece;
cuando es otra la mano que te oprime,
¿Qué es lo que sientes, di, ¿Qué es lo que sientes…?

Yo puedo adivinar qué pensamientos
laten en ti cuando de mi te acuerdas;
cuando es de otro el recuerdo que te asalta,
¿Qué es lo que sueñas, di, qué es lo que sueñas…?

Yo te he visto mil veces temblorosa
ante el fervor de mis ardientes frases,
con los divinos ojos entornados
y los húmedos labios anhelantes.

Embebida de amor, desvanecida
cuando yo soy el que de amor te habla.
Si las palabras son las mismas, dime:
¿Cómo te suenan de otro las palabras…?

Tú juras que me has dado
tu corazón, tu cuerpo y tu cariño,
pero nunca sabré si tras tus ojos
se esconde un pensamiento que no es mío.

¡Y qué me importa tu cariño entonces…!
¡Qué vale la escultura de tu cuerpo
si son los pensamientos de tu alma
como villanos que arrebata el viento…!

Por:
Pedro Mata.

Caracas, 25 de Febrero de 1.959

"Pasional "

¡Háblame! Que tu voz, eco del cielo,
sobre la tierra por doquier me siga…
con tal de oír tu voz, nada me importa
que el desdén de tu labio me maldiga.

¡Mírame!… ¡Tus miradas me quemaron,
y tengo sed de ese mirar, eterno…
por ver tus ojos, que se abrase mi alma
de esa mirada en el celeste infierno.

¡Ámame! … Nada soy… pero tu diestra
sobre mi frente pálida, un instante,
puede hacer del esclavo arrodillado
el hombre rey de corazón gigante.

Tú pasas… y la tierra voluptuosa
se estremece de amor bajo tus huellas,
se entibia el aire, se perfuma el prado
y se inclinan a verte las estrellas.

Quisiera ser la sombra de la noche
para verte dormir sola y tranquila,
y luego ser la aurora y despertarte
con un beso de luz en la pupila.

Soy tuyo, me posees…un solo átomo
no hay en mi ser que para ti no sea:
dentro mi corazón eres latido,
y dentro mi cerebro eres idea.

¡Oh! por mirar tu frente pensativa
y pálido de amores tu semblante;
por sentir el aliento de tu boca
mi labio acariciar un solo instante.

Por estrechar tus manos virginales
sobre mi corazón, yo de rodillas,
y devorar con mis tremantes besos
lágrimas de pasión en tus mejillas .

Yo te diera... no sé… ¡no tengo nada!...
El poeta es mendigo de la tierra
¡toda la sangre que en mis venas arde!
¡Todo lo grande que mi mente encierra!

Más no soy para ti…¡Si entre tus brazos
la suerte loca me arrojara un día,
al terrible contacto de tus labios
tal vez mi corazón… se rompería!

Nunca será… Para mi negra vida
la inmensa dicha del amor no existe…
solo nací para llevar en mi alma
todo lo que hay de tempestuoso y triste.

Y quisiera morir… ¡pero en tus brazos,
con la embriaguez de la pasión más loca,
y que mi ardiente vida se apagara
al soplo de los besos de tu boca!.

Por:
Manuel M. Flor

Caracas, 09 de Febrero de 1.959

"La Tristeza del Inca"

Este era un Inca triste de soñadora frente,
ojos siempre dormidos y sonrisa de hiel,
que recorrió su imperio buscando inútilmente
a una doncella hermosa y enamorada de él.

Por distraer sus penas, el Inca dio en guerrero;
puso a su tropa en marcha y el broquel requirió;
fue dejando despojos sobre cada sendero;
y las nieves más altas con su sangre manchó.

Tal sus flechas cruzaron invioladas regiones
donde apenas los ríos se atrevían a entrar;
y tal fue derramando sus heroicas legiones,
de la selva a Los Andes, de Los Andes al mar.

Fue gastando las flechas que tenía en su aljaba,
una vez y otra y otra, de región en región;
porque cuando salía victorioso lograba
levantar la cabeza, pero no el corazón.

Y cansado de solo levantar la cabeza,
celebró bailes magnos y banquetes sin fin;
pero no logró nada disipar su tristeza:
ni la sangre del choque ni el licor del festín.

Nadie entraba en el fondo de su espíritu oculto;
ni las cándidas ñustas de dinástico rol,
ni las sciris de Quito consagradas al culto,
ni del Cuzco tampoco las vestales del sol.

Fue llamado el más viejo sacerdote.  
Adivina este mal que me aqueja y el remedio del mal
dijo el gran sacerdote, con voz trémula y fina.
aquel joven monarca displicente y sensual.

!Ay señor…¡ dijo el viejo sacerdote.
Tus penas remediarse no pueden.
Tu pasión es mortal.

La mujer que has ideado tiene añil en las venas,
un trigal en los bucles y en la boca un coral.
!Ay señor… ¡ Cierto día vendrán hombres muy blancos,
ha de oírse en los bosques el marcial caracol;
cataratas de sangre colmarán los barrancos.

Y entrarán otros dioses en el Templo del Sol.
La mujer que has ideado pertenece a tal raza.
Vanamente la buscas en tu innúmera grey;
y servirte no pueden ni oración ni amenaza.
Porque tiene otra sangre, otro Dios y otro Rey.

Cuando el rito sagrado le mandó optar esposa,
hizo astillas el cetro con vibrante dolor;
y aquel joven monarca se enterró en una fosa,
y pensando en la rubia fue muriendo de amor.

Castellana: tú ignoras todo el mal que me has hecho.
Castellana: recuerda que nací en el Perú.
La tristeza del Inca va llenando mi pecho;
!y quién sabe… quién sabe sí la rubia eres tú… ¡

Por:
José Santos Chocano.

Caracas, 30 de Marzo de 1.959

sábado, 29 de agosto de 2015

“Poema 20”

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir por ejemplo: “La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros a lo lejos."

El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito.  Ella me quiso, a veces yo también la quería, cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla la noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta.

A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro, sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero, es tan corto el amor y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Por:
Pablo Neruda

Caracas, Venezuela (28 de febrero de 1.959)

“Deseos”

Yo quisiera salvar esa distancia, ese abismo fatal que nos divide y embriagarme de amor con la fragancia mística y pura que tu ser despide.

Yo quisiera ser uno de los lazos con que decoras tus radiantes sienes; !yo quisiera en el cielo de tus brazos beber la gloria que en tus labios tienes… ¡

Yo quisiera ser agua y que en mis olas, que en mis olas vinieras a bañarte para poder como lo sueño a solas, a un mismo tiempo por doquier besarte.

Yo quisiera ser lino y en tu lecho, allá en las sombras, con ardor cubrirte temblar con los temblores de tu pecho y morir del placer de comprimirte.

¡Oh…¡ Yo quisiera mucho más … ¡ !Quisiera llevarte en mí como la nube el fuego, más no como la nube en su carreta para estallar y separarnos luego… ¡

Yo quisiera en mí mismo confundirte, confundirte en mí mismo y entrañarte, yo quisiera en perfume convertirte, convertirte en perfume y aspirarte.

Aspirarte en un soplo como esencia y unir a mi existencia tu existencia, y unir a mis sentidos tus sentidos.

Aspirarte en un soplo del ambiente y así verter sobre mi vida en calma, toda la llama de tu pecho ardiente y todo el éter de lo azul de tu alma.

Aspirarte, mujer… De ti llenarme. Y en ciego, y sordo, y mudo constituirme, y ciego, y sordo y mudo consagrarme al deleite supremo de sentirte, y la dicha suprema de adorarte.

Por:
Salvador Díaz Mirón.
Caracas, Venezuela (05 de Febrero de 1.959)

"Rosalinda"

Me voy con la tarde linda recordando a la mulata. Un soplo de brisa ingrata de la copla se me guinda… !Se llamaba Rosalinda… ¡ Un romance del jagüey, que en este llano sin ley se prendó de mis corríos, y entre amores y amoríos me la robé de un caney.
Tenía los senos bonitos como las rosas abiertas, su voz en las cosas yertas fue como el sol de los mitos. Era apretada de gritos cuando la tuve al encuentro; pulpa de amor era el centro de sus pupilas saltonas, como las frutas pintonas que dicen mucho por dentro.
Vino un joropo llanero, se puso lindo el caney. Yo jugué mi aragüaney, mi cobija y mi sombrero; perdí todo mi dinero --me quedé sin un centavo-y para sacarme el clavo con los nervios amargados, en la ley de un par de dados se la jugué a un indio bravo.
Se amontonaron los peones para ver quién la ganaba, cada fibra me saltaba de los soleados pulmones; se ovillaron mis canciones en los silencios ignotos, y dije entre sueños rotos: --Voy jugando a Rosalinda- !y el dado en la noche linda me devolvió mis corotos … ¡
Por:
Ernesto L. Rodríguez.     Caracas,Venezuela (20 de Marzo de 1.959)

“Ante la tumba de barrios”

No vengo a tu sepulcro a escarnecerte, no llega mi palabra vengadora ni a la viuda, ni al huérfano que llora, ni a los fríos despojos de la muerte.
Ya no puedes herir ni defenderte, ya tu sañapasó, pasó tu hora: solamente la historia tiene ahora derecho a condenarte o absolverte.
Yo que de tu implacable tiranía una víctima fui, yo que en mi encono quisiera maldecirte todavía.
No olvido que en un instante en tu abandono quisiste engrandecer la Patria mía, y en nombre de esa Patria te perdono… ¡

Por: Ismael Cerna.
Caracas, Venezuela (30 de Enero de 1.959)

“Si tú me quedaras ciegas”

Si tú te me quedaras ciega !Qué solícito amor sería yo a tus pies … ¡ Si tus ojos se me quedaran inmóviles en el tránsito dócil de nuestro beso, qué fiesta de caricias cuidadosas para la última imagen…¡

!Qué amanecer de voces cándidas en la primera noche de tus ojos perdidos… ¡ Recién nacida, entre mis brazos, serías mi pequeña discípula.

Amanecida frente a todas las cosas; desnuda de ignorancias como los niños, ensayarías tu andar por la casa con mi voz a tu lado mimándote el peligro.

Mi nueva vos domesticada y buena, voz de cada rincón vigilante, voz que cada cosa tendría que aprender para que tú pudieras verla.

!Si tú te me quedaras ciega, que casa hermosa te construiría mi voz … ¡ Alnohaditas blandas de sombras, cortinas leves en punto de brisa, jardín de rosas que supieran decir sus colores, y un balcón de aire, alto, para que aprendieras a exclamar sin amargura que la tarde está bella.

!Sí, las cosas serían ciegas ese día en que tú me confiaras tus ojos… ¡ y aquel total olvido de colores cansados, como si desecharas cintas ya desteñidas, y aquel bordar sin tregua: silencios y silencios, blancos, rosas, azules, --tus silencios risueños-como una madre joven en la que todavía quiere seguir soñando ternuras inocentes la novia.

Sumisión de tu gracia a mis ojos. Entrega temblorosa de todo lo que en ti fuera naciendo. Plenitud de no saber qué hacer con tanta dicha. !Qué espejo fiel de tu más simple gesto, qué vida de juguete entre tus manos buenas, sería yo para ti si algún día te me quedaras ciega… ¡

Por:

Héctor G. Villalobos.
Caracas,Venezuela (30 de Marzo de 1.959)

"Gratia plena"

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar…

El ingenio de Francia de su boca fluía. Era llena de gracia, como el Avemaría !Quien la vio no la pudo ya jamás olvidar…¡

Ingenua como el agua, diáfana como el día; rubia y nevada como Margarita sin par, al influjo de su alma celeste amanecía: era llena de gracia, como el Avemaría !Quien la vió no la pudo ya jamás olvidar… ¡

Cierta dulce y amable dignidad la investía de no sé qué prestigio lejano y singular, más que muchas princesas, princesa parecía: era llena de gracia como el Avemaría !Quien la vio no la pudo ya jamás olvidar… ¡

Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar, y cadencias arcanas halló mi poesía.

Era llena de gracia como el Avemaría !Quien la vio no la pudo ya jamás olvidar… ¡

!Cuánto, cuánto la quise… ¡ !Por diez años fue mía; pero flores tan bellas nunca pueden durar… ¡ Era llena de gracia como el Avemaría; y a la fuente de gracia, de donde procedía, se volvió… como gota que se vuelve a la mar… ¡

  
Por: Amado Nervo.
Caracas, Venezuela (27 de Febrero de 1.959)

"Así te quiero"

El día trece de Julio yo me tropecé contigo. Las campanas de mi frente, amargas de bronce antiguo, dieron al viento tu nombre en repique de delirio.

Mi corazón de madera muerto de flor y de nidos, floreció en un verde nuevo de naranjos y de gritos, y por mi sangre corrió un toro de escalofrío, que me dejó traspasado en la plaza del suspiro.

¡Ay trece, trece de Julio, cuando me encontré contigo¡ !Ay, tus ojos de manzana y tus labios de cuchillo y las nueve, nueve letras de tu nombre sobre el mío que borraron diferencias de linaje y apellido¡

!Bendita sea la madre, la madre que te ha parido, porque sólo te parió, para darme a mí un Jacinto, y se quedó sin jardines porque yo tuviera el mío¡

¿Quieres que me abra las venas para ver si doy contigo? !Pídemelo y al momento seré un clavel amarillo¡ ¿Quieres que vaya descalzo llamando por los postigos?

!Dímelo y no habrá aldabón que no responda a mi brío¡ ¿Quieres que cuente la arena de los arroyos más finos?

Haré lo que se te antoje: lo que mande tu capricho, que es mi corazón cometa y está en tu mano el ovillo: que es mi sinrazón campana y tu voluntad sonido.

Nunca quise a nadie así: voy borracho de cariño, desnudo de conveniencias y abroquelado de ritmos como un Quijote de luna con armadura de lirios…

Te quiero de madrugada, cuando la noche y el trigo hablan de amor a la sombra morena de los olivos; te quiero al atardecer cuando se callan los niños y las mocitas esperan en los balcones dormidos; te quiero siempre: mañana, tarde, noche…

 !Por los siglos, de los siglos¡ !Amén¡ Te querré constante y sumiso, y cuando ya me haya muerto antes que llegue tu olvido, por la savia de un ciprés subiré delgado y lírico, hecho solamente voz para decirte en un grito: ¡Te quiero¡ ¡Te quiero muerto igual que te quise vivo¡.


Por: Rafael De León
Caracas,Venezuela (06 de febrero de 1.959)

"Ejemplo"

Venga p!acá m!hija. No me tenga miedo. Venga que su tata no va a castigarla ni v!echarle en cara tampoco lo que hizo, porque sabe cierto que no jué por mala.

Ya basta de yantos. Míreme de frente. No tenga vergüenza de amostrar la cara, que no es un delito darse por cariño, y sentirse madre no es nunca una falta.

Venga y deame un beso. Su tata compriende que usté ha cáido m!hija, lo mesmo que tantas que siendo incocentes, y humildes y güenas, s!entriegan enteras, en cuerpo y en alma.

Moso él, usté masa, los dos juertes, sanos, yenitos de vida recién aclarada, no vido el querencia mejor que sus brazos ni usté sol más lindo que el de sus miradas.

Campiando ese cielo que tuitos campiamos –yevandol ¡e vaquianas a las esperanzas-creyeron hayarlo juntando sus bocas, y prendieron besos palque se estreyara.

Vino la dentrada de la primavera; lucieron los cardos sus flores moradas; bordonió el sumbido de los mangangases y hubo contrapuntos de roncas chicharras.

Nació en los yuyales un aroma nuevo qu!el viento, travieso, mojó en las cañadas; rosaos macachines garugó l!aurora y en los espiniyos colgó el sol sus brasas.

Se oyó en las cuchiyas relinchar los potros qu!iban retosando tras de la yeguada; y olfatiando el aire, y descarbando el suelo, con ansia salvaje baló la torada.

Se vido a los pájaros andar en parejas, juntitos los picos, abiertas las alas, amostrando a tuitos su amor baruyento, madurao a cielo, sol desnudo y alba…

Y ustedes sintieron juego en las arterias; cada beso, entonces, jué como una brasa; les hirvió po!andentro la juersa!el instinto, y ansina cumplieron la ley más sagrada.

!No yore, canejo… ¡ !Si tata Dios hizo al macho y la hembra pa!que se ajuntaran, y el cristiano, mesmo que cualquiera bicho,  debe hacer las cosas que Tata Dios manda…¡

No l! importe m!hija qu!el pago mermure y ensucén su nombre los que la creen mala. !Pior que usté son esas que matan sus crías pa!poder ansina seguir siendo honradas … ¡

Cuando nasca su hijo, ¡que lo sepan tuitos…! ¡mamará en sus pechos, dormirá en su falda; será su cachorro, nomás ande quiera, pues ser madre m!hija, !No es nunca una falta… ¡



Por: Serafin J. Garcia.-
Caracas, Venezuela (21 de Febrero de 1.959)

"Los Motivos del lobo"

El varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial, el mínimo y dulce Francisco de Asís, está con un rudo y torvo animal, bestia temerosa, de sangre y de robo, las fauces de furia, los ojos de mal: el lobo de Gubia, el terrible lobo. Rabioso, ha asolado los alrededores; cruel, ha deshecho todos los rebaños; devoró corderos, devoró pastores: y son incontables sus muertes y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros fueron destrozados. Los duros colmillos dieron cuenta de los más bravos perros, como de cabritos y de corderillos.Francisco salió: al lobo buscó en su madriguera. Cerca de la cueva encontró a la fiera enorme, que al verle se lanzó feroz contra él. Francisco, con su dulce voz, alzando la mano, el lobo furioso dijo:--¡Paz, hermano lobo! 

El animal contempló al varón de tosco sayal, dejó su aire arisco, cerró las abiertas fauces agresivas, y dijo: --¡Está bien, hermano Francisco¡--¡Cómo¡ --exclamó el santo-- ¿es el que tú vivas de horror y de muerte? La sangre que vierte tu hocico diabólico, el duelo y espanto que esparces, el llanto de los campesinos, el grito, el dolor de tanta criatura de Nuestro Señor. ¿No han de contener tu encono infernal? ¿Vienes del infierno? ¿Te ha infudido acaso tu rencor eterno Luzbel o Belial?


Y el gran lobo, humilde: --¡Es duro el invierno y es horrible el hambre! En el bosque helado no hallé qué comer; y busqué el ganado, y en veces comí ganado y pastor. ¿La sangre? Yo vi más de un cazador sobre su caballo llevando el azor al puño; o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo; y a más de uno vi mancharse de sangre, herir, torturar, de las roncas trompas al sordo clamor, a los animales de Nuestro Señor.

Y no era por hambre, que iban a cazar. Francisco responde: --En el hombre existe mala levadura. Cuando nace viene con pecado. Es triste. Más el alma simple de la bestia es pura.  Tú vas a tener desde hoy qué comer.

Dejarás en paz rebaños y gente en este país. !Que Dios melifique tu ser montaraz¡ --Está bien, hermano Francisco de Asís. --Ante el Señor, que todo ata y desata, en fe de promesa tiéndeme la pata.

El Lobo tendió la pata al hermano de Asís, que a su vez le alargó la mano. Fueron a la aldea. La gente veía y lo que miraba casi no creía. Tras del religioso iba el lobo fiero, y, baja la testa, quieto le seguía como un can de casa, o como un cordero. Francisco llamó a la gente a la plaza y allí predicó, y dijo:--He aquí una amable caza.

El hermano lobo se viene conmigo: me juró no ser ya nuestro enemigo y no repetir su ataque sangriento. Vosotros, en cambio, daréis su alimento a la pobre bestia de Dios. lAsí sea¡ Contestó la gente toda de la aldea. Y luego, en señal de contentamiento movió testa y cola el buen animal, y entró con Francisco de Asís al convento.

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo en el santo asilo. Sus vastas orejas los salmos oían y los claros ojos se le humedecían. Aprendió mil gracias y hacia mil juegos cuando a la cocina iba con los legos.

Y cuando Francisco su oración hacía, el lobo las pobres sandalias lamía. Salía a la calle, iba por el monte, descendía al valle, entraba a las casa y le daban algo de comer. Mirábanle como a un manso galgo. Un día. Francisco se ausentó. Y el lobo dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo, desapareció, torno a la montaña, y recomenzaron su aullido y su saña.

Otra vez sintióse el temor, la alarma, entre los vecinos y entre los pastores: colmaba el espanto los alrededores: de nada servían el valor y el arma, pues la bestia fiera no dio tregua a su furor jamás, como si tuviera fuego de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo, todos lo buscaron con quejas y llanto, y con mil querellas dieron testimonio de lo que sufrían y perdían tanto por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo. Se fue a la montaña a buscar al falso lobo carnicero. Y junto a su cueva halló a la alimaña. --En nombre del Padre del sacro universo, conjúrote --dijo--. ¡oh, lobo perverso!, a que me respondas: ¿por qué has vuelto al mal? Contesta. Te escucho. Como en sorda lucha habló el animal, la boca espumosa y ojo fatal: --Hermano Francisco, no te acerques mucho… Yo estaba tranquilo allá, en el convento: al pueblo salía, y si algo me daban estaba contento y manso comía.

Más empecé a ver que en todas las casa estaba la Envidia, la Saña, la Ira, y en todos los rostros ardían las brasas de odio, de lujuria, de infamia y mentira, Hermano a hermanos hacían la guerra,  perdían los débiles, ganaban los malos, hembra y macho eran como perro y perra, y un buen día todos me dieron de palos.

Me vieron humilde, lamía las manos y los pies. Seguía tus sagradas leyes, todas las criaturas eran mis hermanos, los hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos. Y así me apalearon y me echaron fuera, y su risa fue como un agua hirviente, y entre mis entrañas revivió la fiera, y me sentí lobo malo de repente, más siempre mejor que esa mala gente.

Y recomencé a luchar aquí, a me defender y a me alimentar, como el oso hace, como el jabalí, que para vivir tienen que matar. Déjame en el monte, déjame en el risco, déjame existir en mi libertad, vete a tu convento, hermano Francisco, sigue tu camino y tu santidad.
El santo de Asís no le dijo nada. Le miró con una profunda mirada, y partió con lágrimas y con desconsuelos, y habló al Dios eterno con su corazón. El viento del bosque llevó su oración, que era: Padre nuestro, que estás en los cielos…


Por: Rubén Darío.
Caracas, Venezuela (06 de Febrero de 2.015)