Yo quisiera salvar esa distancia, ese abismo fatal que
nos divide y embriagarme de amor con la fragancia mística y pura que tu ser
despide.
Yo quisiera ser uno de los lazos con que decoras tus
radiantes sienes; !yo quisiera en el cielo de tus brazos beber la gloria que en
tus labios tienes… ¡
Yo quisiera ser agua y que en mis olas, que en mis
olas vinieras a bañarte para poder como lo sueño a solas, a un mismo tiempo por
doquier besarte.
Yo quisiera ser lino y en tu lecho, allá en las
sombras, con ardor cubrirte temblar con los temblores de tu pecho y morir del
placer de comprimirte.
¡Oh…¡ Yo quisiera mucho más … ¡ !Quisiera llevarte en
mí como la nube el fuego, más no como la nube en su carreta para estallar y
separarnos luego… ¡
Yo quisiera en mí mismo confundirte, confundirte en mí
mismo y entrañarte, yo quisiera en perfume convertirte, convertirte en perfume
y aspirarte.
Aspirarte en un soplo como esencia y unir a mi
existencia tu existencia, y unir a mis sentidos tus sentidos.
Aspirarte en un soplo del ambiente y así verter sobre
mi vida en calma, toda la llama de tu pecho ardiente y todo el éter de lo azul
de tu alma.
Aspirarte, mujer… De ti llenarme. Y en ciego, y sordo,
y mudo constituirme, y ciego, y sordo y mudo consagrarme al deleite supremo de
sentirte, y la dicha suprema de adorarte.
Por:
Salvador Díaz
Mirón.
Caracas, Venezuela (05 de Febrero de 1.959)
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