Es un decir en la
aldea
que el coco de Juan
Palomo
no le lastiman el
lomo
ni se le gana pelea.
Que se quiten esa
idea.
Yo nunca a nadie
provoco
pero aunque me gusta
poco
decir lo que ya
presiento
va a saber los del
cuento
cómo se quiebra ese
coco.
Se llena la pulpería,
el silencio gime
ausente,
y en los ojos de la
gente
pega saltos la
alegría.
Como un reto a mi
osadía
Palomo frunce la
cara.
Su voz me revienta
clara
cuando a servir lo
provoco:
¡Si eso no parece un
coco
si no una pobre
tapara…!
El puño en guardia
retiro
para caerle al
contrario.
Hay mofa en el
comentario
mientras nervioso
respiro.
Mi coco sacude un
tiro
que al otro le causa
estrago.
Ya ese golpe no lo
pago,
nadie me cobra la
cuenta.
Y en el chorro que
revienta
muere la sed trago a
trago.
Siento la gloria más
honda
cuando a la puerta me
asomo.
Tú, la mujer de
Palomo,
flor de ternura y
redonda,
pasas alegre y oronda
bajo la paz de la
aldea.
Guapo tu pecho flamea
su gracia nos vuelve
locos
y un par de trémulos
cocos
me van pidiendo
pelea.
Por:
Ernesto L. Rodríguez.
Caracas, 15 de Marzo
de 1.959
Hola. Solo un aporte. Agrupa los versos en grupos de diez, porque estas son décimas, décimas espinelas para ser más exactos. Saludos
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