sábado, 29 de agosto de 2015

"La Leyenda del Horcón"

Llovía torrencialmente y en la estancia del Horcón, como adornando el fogón estaba toda la gente. Dijo un viejo de repente: “Les voy a contar un cuento”. Aura que el agua y el viento traín a la memoria mía cosas que naide sabía y que yo diré al momento.

Tal vez tengan que luchar con más de un inconveniente pa'que resista la mente el cuento sin lagrimear, pero Dios que supo dar paciencia a mi corazón tal vez venga esta ocasión a alumbrar con su reflejo el alma de un gaucho viejo que ya lo espera el cajón.

No se asusten si mi cuento les recuerda en este día algo que ya no podía ocultar mi sentimiento. Vuelquen todos un momento la memoria en el pasao que allí verán retratao con tuitos sus pormenores una tragedia de amores que el silencio ha sepultao.

Hay cosas que yo no puedo detallar como es debido, unas, porque se han perdido y otras porque tengo miedo; pero ya que en el enriedo los metí, pido atención, que, si la imaginación me ayuda en este momento conocerán por mi cuento “La leyenda del Horcón”.

Alcancenmén un amargo pa'que suavice mi pecho, que voy a dentrar derecho al asunto porque es largo; haré juerza sin embargo pa'llegar hasta el final y si atiende cada cual con espíritu sereno, verán como un hombre güeno llegó a hacerse criminal.

Setenta años, quién diría que vivo aquí en estos pagos sin conocer más halagos que la gran tristeza mía; setenta años no es un día, pueden tenerlo por cierto, pues si mis dichas han muerto aura tengo la virtud de ser pa' esta juventud lo mesmo que un libro abierto.

Iban a golpear las manos por lo que el viejo decía pero una lágrima fría los detuvo a los paisanos; --hay sentimientos humanos-- dijo el viejo conmovido que los años con su ruido no borran de mi memoria y este cuento es una historia que pa'mí no tiene olvido.

Allá en mis años de mozo, y perdonen la distancia, sucedió que en esta estancia hubo un crimen misterioso. En un alazán precioso llegó aquí un desconocido mozo lindo, muy cumplido que al hablar con el patrón quedó en la estancia de pión siendo después muy querido.

Al poco tiempo nomás, el amor lo picotió y el mocito se casó con la hija del capatáz; todo marchaba al compás de la dicha y del amor y pa'grandeza mayor Dios le mandó un cariño, un blanco y hermoso niño más bonito que una flor.


Iban pasando los años muy felices en su choza, ella alegre y güena moza él juerte y sin desengaños. Pero, misterios extraños, llegaron… y la traición deshizo del mocetón sus más queridos anhelos y el fantasma de los celos se clavó en su corazón.

Aguantó el hombre callao hasta dar con la evidencia y un día fingió una ausencia que jamás había pensao. Dijo que tenía un ganao que llevar pa'la tablada, que era una güena bolada pá ganarse algunos pesos y así entre risas y besos se despidió de su amada.

A la una de la mañana del otro día justamente llegó el hombre de repente convertido en fiera humana; de un golpe echó la ventana contra el suelo en mil pedazos y avanzando a grandes pasos, ciego de rabia y dolor, vido que su único amor descansaba en otros brazos.

Como un sordo movimiento en seguida se sintió, después un cuerpo cayó y otro cuerpo en el momento ni un quejido, ni un lamento, salió de la habitación, y pa'concluir su misión cuando los vió dijuntos los enterró a los dos juntos donde hoy está ese horcón.

En la estancia se sabía que la ingrata lo engañaba pero a el naide le contaba la disgracia en que vivía, por eso la polecía no hizo caso mayormente, pues dijeron: la inocente se jué con su gavilán… y en cambio los dos están descansando eternamente.

!Ahijuna¡ gritó un paisano si es así lo que habla el viejo, ¡ese era un mahco, canejo¡ !yo le besaría la mano… ¡Yo soy·¡--le gritó el anciano. lVenga m!hijo, bésame… ¡ Yo juí m!hijo el que maté a tu madre disgraciada porque en la cama abrazada con otro la encontré¡

--Hizo bien, tata querido-gritó el hijo sin encono venga viejo lo perdono, por lo tanto que ha sufrido: pero áura tata le pido que no la maldiga más, que si jué mala y audaz por mí, perdónela padre, que una madre, siempre es madre !déjela que duerma en paz… ¡

Los dos hombres se abrazaron como nunca lo habían hecho, juntando pecho con pecho como dos niños lloraron, padre e hijo se besaron pero con tal sentimiento, que el humano pensamiento no puede pintar ahora la escena conmovedora de aquel trágico momento.

Los ojos de aquella gente con el llanto se inundaron y todos mudos quedaron bajo un silencio imponente, volvió a decir nuevamente, allí están en el horcón y poniendo el corazón el anciano en lo que dijo, le pidió perdón al hijo y el hijo le dió perdón.

Por:
Juan Pablo López
Caracas, Venezuela (18 de Febrero de 1.959)

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